Cada día vivimos
experiencias, convivimos con nuestros pensamientos, sentimientos y emociones.
Tomamos decisiones racionales, y en su
base están nuestras emociones.
La palabra emoción, viene
del latín emotĭo, que significa "movimiento o impulso",
"aquello que te mueve hacia", lleva implícito un movimiento, una acción que
debe ser expresada, pero… ¿qué pasa si reprimimos nuestras emociones, porque así lo hemos aprendido, porque no está
bien visto, porque nos hace sentir vulnerables…?. Al no hacer consciente la
afección psíquica podría, inconscientemente, transformarse en una
afección orgánica, es lo que llamamos somatización.
Existen 4 emociones
básicas o primarias reconocidas universalmente, iguales para todas las culturas,
de las que se derivarían las demás, alegría,
miedo, tristeza, ira o rabia. Todas son necesarias y adaptativas, pues cada una tiene su función. Cuando
sentimos una emoción podemos pararnos a escuchar sin juicios, ni valoraciones,
simplemente pararse a escuchar y sentir…esto
es parte de la autogestión emocional, conocerse, sentir, reposar la emoción…no ponerle resistencia y aprender a
canalizarla.
Diferimos en el tipo de
estímulo que despierta una emoción, y esto muchas veces tiene que ver con
nuestras vivencias y experiencias personales. En ocasiones la emoción puede ser
tan intensa que puedo identificarme totalmente con ella y podría sentir que me “arrastra”,
impidiéndome ver que esa emoción es pasajera.
Para realizar este
ejercicio de gestión emocional, es importante comenzar en un entorno psicoterapéutico,
de seguridad, protección, confianza y
confidencialidad, dónde desarrollamos la
autobservación y aprendemos a elaborar nuestras emociones.
El aprendizaje en
gestión emocional contribuye a nuestro conocimiento personal y éste a una vida
más satisfactoria, plena y auténtica.
Elena Cárdenas
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